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ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO
Lo cotidiano, las redes y sus interlocutores.

Introducción
Lo cotidiano y sus interlocutores.


1. Interlocutores.
cualquier cosa puede concentrarse en una palabra o extenderse
en mil
hay que encontrar la cantidad exacta que resulte poética
cada palabra tiene mil sentidos
dos juntas multiplican un millón
con el correr del tiempo las precisiones se van
desgastando como templos abandonados en la selva

César Fernandez Moreno

Decía en la primer edición que la propuesta del libro tuvo diferentes perspectivas de lectura, a partir de suponer principalmente dos interlocutores: el primero, aquel que se acerca de manera inicial a la práctica del Acompañante Terapéutico (2), en Argentina y en otros países; el segundo, quien lee con algún recorrido previo en el tema y el colega que al indicar acompañamientos ha tenido cierta elaboración al respecto. Además, estaba pensado para promover el diálogo con psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas interesados en este espacio de “borde” -clínico, social- en que se incluye el Acompañamiento Terapéutico , en la complejidad de la práctica con dispositivos heterodoxos, en situaciones que van desde las crisis o urgencias subjetivas hasta la cronicidad. Agrego ahora que surgieron en estos años otras interlocuciones, impensadas tal vez, o que no estaban explícitamente en la conversación inicial. Destaco la resonancia e intercambios que generó el libro en distintas ciudades de nuestro país y el exterior. Con experiencias artesanales propias de cada comunidad, del sistema de salud/educativo de cada región, mediante recursos afines al AT -o que apelaban a sus desarrollos- y efectos que amplifican esta herramienta terapéutica en el marco de Políticas, Instituciones y dispositivos en Salud Mental.
Además, esta nueva reimpresión (en 2013) se produce luego de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26657, de fines de 2010, que impulsa en Argentina un ciclo de controversias y propuestas respecto a los dispositivos y redes de atención con base comunitaria: esto resignifica a la vez que consolida funciones y territorios para esta práctica, con la cual apostamos a superar dicotomías entre lo “comunitarista” y lo clínico en el abordaje de la singularidad. El tema, por su complejidad, no será tratado aquí, aunque esperamos que implique una mayor legitimación y regulación del AT, al resultar muchos puntos en sintonía con lo que venimos planteando sobre la ubicación de este recurso para las Políticas y Planes en Salud/Salud Mental.
Por otra parte, los alcances en el campo de la Educación especial y la Discapacidad merecieron comentarios de acompañantes, así como de neurólogos, pediatras y otros terapeutas que leyeron el libro, dando cuenta de su extensión en este campo, con niños y adolescentes. Varios de esos intercambios continúan, con un horizonte que posiblemente habilite textos futuros.
La Primera Parte del libro plantea entonces las coordenadas básicas de esta actividad, de una manera que trata de ser innovadora a la vez que sencilla, para el lector que se aproxima a la temática, tanto para estudiantes interesados en una enseñanza propicia para llevar adelante esta tarea como para profesionales que están previendo incluir AT para sus pacientes o en las instituciones donde trabajan. Con la novedad de la Ley Nacional mencionada, la presentación en estos Capítulos iniciales de un marco teórico general para la incumbencia del AT se propone hoy para debates y revisiones que consideren el contexto actual, a partir de las definiciones y aportes a esta función que formulé en 2007. Los Capítulos se organizaron en base a apuntes de la tarea diaria, con viñetas surgidas de mi trabajo con AT, de la coordinación del quehacer en el Equipo Interdisciplinario y de la supervisión de Ats. También con la ampliación de textos presentados en Seminarios y Congresos.
En la Segunda Parte se profundizan problemáticas de una práctica que “me acompaña” hace más de 20 años, para avanzar en sus fundamentos teórico-clínicos, trayendo también enlaces conceptuales que sustenten el AT desde una orientación psicoanalítica.
No se trata de abocarnos a clasificaciones que derivan en “técnicas” cerradas y procedimientos generales ajustados a una nosografía, sino de estudiar la táctica del acompañante terapéutico sin dejar de lado una estrategia y una política, haciendo eje en la singularidad, en el caso por caso. Además, cuestionamos la extrapolación de conceptos cuya validez requieren de un determinado contexto, como se ha reiterado en artículos sobre el tema. No resulta pertinente desarrollar tópicos del psicoanálisis si los mismos no se articulan adecuadamente para dar cuenta de lo particular de este recurso. De igual manera, en algunos cursos o artículos sobre Acompañamiento, se utilizan conceptos de la psiquiatría y la psicología clínica sin ningún aporte a la especificidad de la función. Frente a esto, expongo una trama de formalizaciones que permitan sustentar una práctica, y sostener una posición que deja de lado la ingenuidad, pero también la infatuación en que se cae cuando se asimilan dispositivos y discursos diferentes, como sucede cuando se confunde la posición del acompañante terapéutico con la del analista, sin más, llevando a intervenciones iatrogénicas.
Los artículos de invitados traen además diferentes orientaciones teórico-clínicas, con líneas de pensamiento que abren a discrepancias y acuerdos sobre funciones y campos del AT.
Apostamos así a entrelazar la particularidad de intersecciones con las cuales este espacio se amplía conceptualmente, sin relegar los puntos de tensión con discursos que exceden su práctica pero a la vez lo incluyen, en campos clínicos y sociales complejos. La intersección se define como un grupo de elementos que son comunes a dos conjuntos. Para nuestra lectura, debemos considerar las expresiones de la cultura sobre aquello llamado locura, o el padecimiento mental, desde las miradas populares hasta su poesía, pasando por las manifestaciones científicas en un tiempo y espacio determinado.
En estas páginas, veremos qué conjuntos, qué redes conceptuales y qué líneas divisorias van a establecerse, en esas convergencias disciplinarias. Suele también hablarse del tema en términos de interdisciplina. Como verán, el prefijo “inter” se reintroduce desde varios lados. Y no es casual, ya que inter significa “en medio de”, “entre varios”, lo cual en este caso ofrece otras nominaciones para ubicar con mayor precisión el AT: en el terreno de la práctica “entre varios”, como acertadamente expone el artículo de O. Delgado, en la versión publicada en el 2007.
Aunque la intención original de un autor siempre es superada y reformada por los lectores, de acuerdo a sus inquietudes y conocimientos, agradezco la indulgencia del lector ante esta búsqueda de simplicidad en nociones complejas, y espero sostener el interés ante temas cuya connotación de supuesta “sencillez” han impedido muchas veces la valoración de las coordenadas de esta práctica. Tanto en el aspecto clínico como en su dimensión comunitaria y política, su eficacia depende de una aplicación realizada de manera precisa: en relación a un proyecto terapéutico, no en cualquier caso ni en cualquier momento de un tratamiento, y ante determinadas situaciones o circunstancias en que se encuentra un paciente -en cuanto a lazos familiares, de amistades y de su entorno inmediato-.
Propongo finalmente la elaboración de una praxis allí donde la cotidianeidad resulta insostenible sin el apoyo de recursos provenientes de diversos espacios y disciplinas, donde nos preguntamos cómo intervenir en situaciones en que el lazo social aparece fuertemente perturbado o la cronificación deja sus huellas, convocando a un trabajo en red que a veces supera a los especialistas, al atravesar el consultorio y los estereotipos institucionales.

2. Lo cotidiano.

en realidad el tiempo tiene tantas contexturas
afilado cristalino fungoso regular espeso córneo peludo
(…) y como arrancarse la mácula del trabajo
esa deficiencia de la quietud
sino con la dulce explosión de la bomba de ocio
todo sería tan simple si los lunes fueran sábados

César Fernandez Moreno

Pensar qué es lo cotidiano es pensar en el tiempo. En el paso del tiempo, en el tiempo que no pasa. Lo cotidiano es lo diario. Aquello que sucede día a día, cada día. Cada mañana, cada tarde, cada noche. Aunque no es necesariamente la rutina.
Ahora bien, podemos pensar la rutina como necesaria. La rutina fue definida como una “costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas”, y como una “secuencia invariable de instrucciones que forma parte de un programa y se puede utilizar repetidamente.
Se suele padecer un cansancio propio de la rutina...
Sin embargo, como contrapartida: ¿qué pasa cuando todo es “empezar de cero” cada día? Existe un “desgaste” cuando uno tiene que razonar cada vez sobre lo cotidiano, si tiene que reubicarse cada vez en la escena diaria, situación que puede llegar hasta la angustia, que agota, que también cansa. En un extremo: ¿no lleva a una situación de estupor, de perplejidad?
¿Qué pasa cuando no hay secuencia posible, cuando no hay algún marco estable que permita la organización subjetiva y objetiva de la cotidianidad?
Puede pasar que se requiera la ayuda de algún tipo de “instrucciones”, de algún programa, que venga de afuera, desde un otro. Y acá hay algo de la función del Acompañamiento Terapéutico.
En tal caso, el acompañante terapéutico debe buscar que ese programa, esas instrucciones, sean lo menos “externas” posibles, en el sentido de que no funcionen como una imposición, sino que puedan ir construyéndose con la implicación del paciente, que las llamadas instrucciones tengan alguna marca proveniente de su subjetividad.
Hay situaciones, hay casos donde es inevitable que desde ese otro -que viene en auxilio del paciente- surjan determinadas instrucciones, que se formule un programa para lo cotidiano. El at, al indicar ese programa, u orientar al sujeto en su formulación y sostén, articulado a un proyecto terapéutico de trabajo en equipo, genera condiciones para que el sujeto pueda sostener la cotidianidad, sentando también una base necesaria para llevar adelante un tratamiento.
En ayuda de estas ideas, traigo el arte del pediatra, su ciencia.
Los pediatras suelen plantear la necesidad de una rutina, para organizar los tiempos del bebé, de manera de ir dando una regularidad y un ritmo al dormir, a la alimentación, además de diferenciar los espacios de una casa, etc. Existen libros dedicados a esto, y la puericultura trabajó mucho dichas cuestiones. Digamos también que esto organiza la subjetividad, la cual implica miradas, palabras, contactos afectivos del bebé con ese otro que va delimitando tiempos, presencias y ausencias para dar lugar a la construcción de ese vínculo primario esencial. Y en este escenario se da lugar al crecimiento del bebé, en el aspecto más puramente médico (si existe) y también en lo emocional, en su “nacimiento” como sujeto humano. Esto no es sin una permanencia, sin una rutina, sin una escena cotidiana estable, del cual ese otro podría entrar y salir.
Desde los comienzos de la constitución del sujeto humano, entonces, la cuestión de la “rutina” se plantea como necesaria, en tanto permite la conformación de invariantes para la cotidianidad. Por otra parte, también es cierto que desde tiempos inmemoriales la literatura, por ejemplo, se ha ocupado de una significación social anudada a la rutina, frente a la cual la cultura, las sociedades han dado forma a artificios que se le oponen. Mediante la diversión, la recreación, en fin, como vías para “salir” de lo rutinario, cuando esto se desliza hacia el aburrimiento, el hastío, el cansancio que se produce con la reiteración, con el hacer “siempre lo mismo”.
Este texto es también una propuesta que permite pensar lo cotidiano en estas dos vertientes: esa cotidianidad en la cual se nos hace más llevadera la existencia, y aquella que quisiéramos dejar, en la que quisiéramos no caer, pero que también es la que puede tornarse insoportable, y con la cual lidiamos en el escenario del AT.
Porque lo cotidiano es donde el acompañante terapéutico se incluye, porque propone un trabajo terapéutico en esa escena en la que participa y construye cada día, es que pensé su valor para el título de este libro. Se trata de interlocutores de lo cotidiano: es el acompañante terapéutico en su práctica un interlocutor para aquel a quien acompaña, a veces también para su familia. Además, este libro apuesta a la interlocución con otras lecturas, otras miradas, otras disciplinas que aporten sus ideas a la hora de ubicarnos ante las distintas dimensiones de lo cotidiano.
Agradezco a Ana Laura Robiglio, precisamente por el valor de su conversación en lo cotidiano, sobre las ideas que me ayudaron a dar forma a este libro. Y -hasta hoy- por su trabajo de lectura inteligente y perseverante de escritos preliminares. También agradezco el estímulo, las sugerencias y los comentarios de Juan Carlos Stagnaro, Daniel Matusevich y Rosa Dalesio. Y a los autores que aceptaron la invitación a publicar en la versión escrita en 2007 para este texto: Osvaldo Delgado, Daniel Matusevich, Carolina Vairo, Martín Ruiz; con quienes he compartido ámbitos asistenciales y académicos, que de manera diversa se expresaron en esas presentaciones, que valoro particularmente en nuestro horizonte de trabajo en común.
Expreso también el reconocimiento y gratitud con los colegas docentes, terapeutas y acompañantes terapéuticos con los que venimos teniendo, estos años, una frecuente elaboración sobre el tema, en distintos espacios colectivos: en especial Emilio Vaschetto y Santiago Levín , además de la colaboración permanente de Alejandra Saranitte, Daniel De Socio y Leonardo Darago.


Notas
(1) Fernandez Moreno, C. Las palabras, en “Argentino hasta la muerte”, Bs. As., Ed. Centro Editor de América Latina, 1982.

(2) La abreviatura “AT” será utilizada para referirnos a Acompañamiento Terapéutico, y la sigla “at” (con minúsculas), acompañante o “ats” para acompañante terapéutico y acompañantes terapéuticos respectivamente.

(3) Siguiendo la confluencia en el trabajo que se fue articulando con muchos colegas con los cuales participamos en la organización y el desarrollo de los primeros Congresos Argentinos de AT (desde aquel inicial de 1994), en el Primero y Segundo Iberoamericano (en Argentina y en Brasil, respectivamente), y en Jornadas, Encuentros y Seminarios, con profesionales del país y el extranjero -Brasil, Uruguay, Chile, México, Perú, Colombia, España, entre otros-.

(4) Fernandez Moreno, C. La vida banal, 1982.

(5) Biblioteca de consulta Microsoft® Encarta® 2005.

(6) En el marco de la siempre productiva interlocución con quienes también comparto el trabajo del Capítulo de Historia y Epistemología de APSA: Elisabeth Gómez Mengelberg, Norberto Conti, Curt Hacker y Juan Carlos Fantín.

Dedicatorias


Para Caetana, Facundo y Ana Laura,
por su amor, su ternura, su estímulo, su paciencia,
…acompañamientos esenciales para esta escritura.

A la memoria de mis padres,
maestros en aquella cotidianeidad.

A Fabrizio, por su sensibilidad, por el afecto
de esa conversación que aún persiste
en su ausencia.